Editorial
🕔 08 de Diciembre de 2015
A partir del día 10 de diciembre Argentina tendrá nuevo Presidente. Este gobierno elegido por la mayoría de los ciudadanos nos ha entusiasmado a nuevos desafíos que también significarán nuevos paradigmas a los utilizados en estos últimos doce años. Un cambio que le dará a la sociedad en su conjunto la posibilidad para ser cada uno dueño de su propio destino, dejando en manos del Estado la atención de los más débiles.
Quizá dejar en manos del mercado para muchos puede significar un rechazo ya que hay que competir y los miedos son propios de los seres humanos. El mercado son los emprendedores que abren las empresas, los legisladores que las protegen con leyes justas, los tribunales que administran los derechos civiles y comerciales , los ahorristas que procuran los recursos a los bancos para que estos los presten, los capitalistas que arriesgan sus ahorros o parte de ellos, los abogados que le dan forma legal y los defienden en los conflictos, los ingenieros que construyen los bienes y organizan los servicios, los comerciantes que compran y venden , los que hacen publicidad para despertar el interés de las gente, los especialistas en marketing, los vendedores, y un cantidad de gente dedicada día tras día a producir y a innovar para poder competir.
Detrás de ese gran número de gente dependerá el bienestar del conjunto de la sociedad y la recaudación de impuestos permitirá sostener a un Estado eficiente. Si hay beneficios y excedentes, son posibles la educación, la policía, las Fuerzas de Seguridad, la salud, las rutas y los servicios públicos.
Pero para que esto ocurra lo primero que hay que hacer es mejorar la calidad educativa, combatir la corrupción, y hacer una reforma tributaria. Con estos cambios el país comenzará a transitar un sendero de sensatez torciendo la tendencia de desvíos que han ocurrido hasta ahora.
La educación es el pilar fundamental donde se cimenta el futuro de un país. Nunca existió un mayor aporte del Estado en referencia al PBI . Sin embargo, estos fondos no alcanzaron a lograr una mejora en la calidad educativa. La inclusión de alumnos en el sistema no estuvo acompañada con la gestión y el re direccionamiento de los recursos según necesidades. La educación pública, gestionada por el Estado, debe volver a ser la referencia de los países del mundo. Sin mediciones de la calidad, esto será imposible. Es bien cierto que las mediciones PISA muestran parcialmente una realidad, pero las pocas estadísticas que están al alcance de la mano, indican también una alta deserción escolar del Nivel Secundario. Justamente aquí se forman ciudadanos, con saberes para la continuidad en estudios superiores y con la posibilidad de ingresar y/o acceder a mejores posibilidades laborales.
Respecto de la corrupción los ciudadanos deben hacerse cargo que aceptarla es ser cómplice y que los bienes del Estado no están para beneficio de los gobernantes de turno y sus amigos sino para ser utilizados con responsabilidad por la sociedad en su conjunto.
La inflación es el impuesto más caro e injusto que ninguna sociedad debería tolerar porque sólo los malos administradores llevan a un país a la inflación, originada por la emisión descontrolada de pesos entre otras cosas.
La reforma tributaria es imperiosa porque actualmente pretendiendo lograr una sociedad más igualitaria, al tener demasiados impuestos impagables las empresas no pueden crecer y algunas ni siquiera mantenerse. Cualquier sistema tributario razonable debe conjugar un nivel de presión impositiva soportable y dar suficiente estabilidad para lograr horizontes de inversión confiables.
Si se va en este sentido sin pretender hacer cambios extravagantes empezaremos a ver resultados. Y el país volverá a ser una República, cuando los tres poderes funcionen en forma independiente, cuando los corruptos estén presos, y cuando haya estabilidad monetaria. Ahí podremos decir que estamos viviendo en un país normal.
Un desafío al cual apostamos pero que será bien difícil de conseguir.